Aesclepius ayudó a una serpiente, y como agradecimiento el reptil le lamió el oído, compartiendo con el dios todos los secretos de la medicina y otorgándole poderes curativos. Zeus, temeroso de que Aesclepius hiciera que los humanos se volvieran inmortales, lo mató con un rayo. A partir de ese momento, se construyeron templos en honor a Esculapius en donde aparecían serpientes que aparentemente estaban muertas, pero que cuando se las recogía, volvían a la vida. Esto hizo creer que los poderes de Aesclepius eran los que hacían volver a la vida a los reptiles y por ello, las serpientes se convirtieron en la cultura occidental en un símbolo de curación, muy relacionado con la medicina.
Higea y Panacea, su hermana, eran las hijas favoritas de Aesclepius. Panacea, curaba mediante recetas perfectas de hierbas que permitían sanar cualquier enfermedad. De ahí deriva la palabra Panacea para referirse a todo aquello que soluciona o cura enfermedades.
En el otro lado, estaba la diosa Higea, cuyos dominios estaban relacionados con la higiene y la limpieza. La palabra higiene, tiene su raíz etimológica en la diosa Higea.
El culto en Atenas a la diosa Higea, data del siglo VII antes de Cristo. Plutarco, relató la construcción del Partenón en Atenas diciendo que la diosa Hygea estaba presente cuando un obrero se cayó desde una gran altura cuando estaba construyendo. Los médicos no podían tratarlo y esa misma noche, la diosa Higea se apareció en sueños a Pericles y le enseñó un tratamiento para sanar al hombre herido. El albañil se recuperó y en honor a Athena Hygea se situó una estatua con su imagen cerca del altar. Su culto como diosa independiente es posterior y ocurrió cuando el Oráculo de Delfos la incluyó como Diosa tras la devastadora Plaga de Atenas. La mitología romana, la adoptaría con el nombre de Sirona.